De pequeña era una niña muy tímida, tranquila, obediente... Siempre trataba de no molestar a nadie, prefería pasar desapercibida. Vivía con mi familia en Brasil, donde teníamos una vida humilde. Mis padres trabajaban muy duro para que no faltara nada, pero se podría decir que la vida no era fácil en aquel entonces.

Desde muy pronto desarrollé una asociación de enorme placer e ilusión con la comida y todos los eventos que incluían comer, ya que era algo escaso en mi infancia. Además, tenía un rechazo muy grande a todos los deportes. Siempre decía “eso no se me da bien” y los evitaba a toda costa.

Durante mucho tiempo no me supuso ningún problema, es más, tenía una vida muy placentera, cómoda y me sentía feliz. Pero los años pasaron y mi vida cambió de rumbo. Toda mi familia acabó emigrando a España, donde deseábamos encontrar nuevas oportunidades.

Ya adulta, empecé a encontrarme con muchas responsabilidades. Tenía una profesión muy demandante, una relación de pareja a la que atender y la tarea más desafiadora de mi vida, la maternidad. A los 23 años ya tenía un hijo que dependía de mi cuidado y atención.

Hacía todo lo mejor que podía, pero era duro y nunca me parecía suficiente.  Mi relación de amor con la comida fue haciéndose cada vez fuerte. Cuando había problemas, dificultades, sabía cómo sentirme bien ¡solo tenía que buscar algo rico para comer!

Pero empecé a darme cuenta de que esa sensación de placer y felicidad cada día duraba menos. Porque, aunque la comida era placentera y muy reconfortante, en mi interior estaba creciendo un enorme vacío e insatisfacción.

¡Ya no me sentía bien conmigo misma! no me reconocía, mi cuerpo se había transformado. Mi peso estaba casi 10 kilos por encima de lo saludable, mi autoestima era muy baja, me comparaba constantemente con otras mujeres, me sentía acomplejada con mi cuerpo y muy insegura.

Empecé desesperadamente a buscar una solución. Fueron cientos de dietas, jugos, tés mágicos, ayunos, pastillas, cremas y diversos intentos fallidos por hacer ejercicio. Y aunque lograba bajar de peso nunca los resultados duraban en el tiempo, en seguida volvía a coger peso.

Aquella situación era realmente frustrante, desgastante. Sabía que el cuerpo y el peso que quería tener me lo tenía que ganar yo, nadie lo podía hacer por mí. Tras un punto de inflexión decidí que debía esforzarme, dejar la pereza, las excusas, cambiar mi situación y mejorar mi vida.

Todo empezó después de mi segundo embarazo cuando me propuse adelgazar de manera saludable. Con confianza y disciplina lo logré. Adelgazar cambió por completo mi vida, me sentía satisfecha conmigo misma y capaz de lograr mucho más y decidí que debía compartir aquella sensación con más mujeres. Ahora tengo el propósito de compartir con el mayor número de mujeres las claves para mejorar su salud, su cuerpo, su vida.

Pero además de mi historia quiero que conozcas otras partes de mí. Deseo que logres ver la mujer real que está aquí, esa que es igual que tú. Que se enfrenta a retos y desafíos cada día, que no solo es autora y mentora, sino que también es mamá, hija, hermana y pareja.

Y que también es alumna, lectora y una constante aprendiz de la vida. Que tan sólo es una mujer como cualquier otra, que desea seguir creciendo y entregando su mejor versión al mundo.